domingo, 1 de noviembre de 2009

Diario ABC -Artes y Letras- Libros



Palabras xordas para oídos necios, David Durán Arufe.


-Un poemario hebén con manual de instrucciones para ser recitado-



Resulta este Palabras xordas para oídos necios todo un canto amebeo que nos devuelve a la guturalidad del habla, a esa emanación oscura o clara de la palabra, pero anterior a la palabra como diría Umbral. La música. Decía Leo Ferré que la gente apenas lee poesía, siendo la música la única ayuda que le queda a la poesía para llegar a su meta. David Durán parece seguir la estela de este pensamiento con su poemario orientado al recital público, a la liberación de los versos de la propia tipografía trascendiendo la lectura privada al concierto coral de las dos voces sugeridas por el autor. Un planteamiento que exalta la prosodia, el juego rítmico (“Este libro é unha exploración do ritmo interno das palabras”) y el valor de ese arte que se esconde detrás de la provocación del estremecimiento a través de la caricia de la voz. Este tratamiento de la poesía integrada a otros lenguajes expresivos (el musical y el audiovisual) no es nada nuevo para aquellos familiarizados con la poesía gallega contemporánea, la cual desde la aparición de poetas como Yolanda Castaño o Agustín Fernández Mallo (salvando las distancias) ha trascendido a lo meramente literario para llevarnos a través de las nuevas tecnologías hacia algo más parecido a la perfomance, un destino pseudoteatral que parece compartir David Durán con este poemario. No es sencillo renovar o innovar de manera original en el sistema poético actual gallego, y da la impresión que nuestros autores, en un periodo de crisis que parece afectar también a los versos, han optado por (re)inventar un siglo de oro de la creación poética audiovisual sólo en su plano formal. El problema de centrarse en el continente es cuando se pierde la perspectiva del contenido.

Prescindida la métrica y la rima, en estos cinco estudios para dos recitadores que priman el tempo, ritmo, compás y melodía, David Durán realiza un ejercicio de estilo ejemplar y ejemplarizante en el campo de la musicalidad con sus versos, demostrando el rigor académico de un autor que es brillante músico y compositor además de actual director del Conservatorio Profesional de Música de Santiago. Los cinco estudios vienen precedidos por una suerte de manual de instrucciones, donde se advierte que los poemas han sido “escritos para seren lidos, idealmente, por dous recitadores, aínda que tamén é posible facer unha lectura individual para cada quen de xeito habitual”. Toda una declaración de intenciones de un director de orquesta en su ópera prima que deja bien atado con este prólogo el devenir del recital, ya que indica para el tipo de lectura ideal desde el tiempo de duración (15 minutos) hasta la pronuntiatio que han de seguir los recitadores (ayudados por un glosario de términos que facilita la lectura final).

Hay delicadeza formal en este poemario. Una consonancia estilística acorde a las leves sugerencias rítmicas y musicales conseguida a través de recursos tales como la repetición o los juegos fónicos (“SS sss teño unha...sss sss carai que...”). Cinco estudios poéticos, dispuestos en clave musical como si de una partitura se tratara, en los que el yo poético (desdoblado idílicamente en un coro bimembre) habla de la incomunicación (tema principal que da pie al título con la gracia mareante del juego de palabras) y de la soledad en primera instancia, pero también recurre a otros temas como la contemplación y la reflexión, centrándose en la observación de la naturaleza o en momentos de autoconocimiento. El sentido sonoro del texto no se deja de lado en ningún momento, merced a recursos de efectos sensoriales que van más allá de lo fonético y fonológico, llegando al poder de evocación de las palabras y de los campos léxicos conjugados (ecos, goteos, toses, silencios, estruendos, orejas, discurso, gritos, palabras) o utilizando procedimientos de las vanguardias surrealistas como la sucesión de imágenes y la ruptura lógica del discurso poético (“Cada burbulla porta un son eco das miñas palabras e silencios, que para vós se baleiran no baleiro, finalmente baleiros da burbulla e de sentido”), a veces usando la figura surrealista por excelencia: la sinestesia (“tose de vidro oxidada”, “estrondoso silencio”). Pero el clímax de esta supresión del significado se encuentra en el tercer estudio (cima en la dispositio textual), momento en el que el poeta deconstruye todo formalismo textual para dar paso a unas secuencias silábicas repetitivas carentes de cualquier significado (“tá go son tá go son tá ta ta ta ta ta”).

Sin embargo este libro tiene sus carencias. Y no son, como ya se ha expuesto aquí, de carácter formal. La calidad de la edición de este poemario por parte de tresCtres es indudable (desde el DVD que se incluye y recoge la interpretación por parte del autor y Ton Risco de los cinco estudios hasta el diseño interior del volumen y las ilustraciones que acompañan al texto, obra de Cristina Durán Arufe), y el mimo musical del autor está lejos de toda duda. Pero todo este preámbulo a lo nuclear de la obra (los versos) aumenta unas esperanzas que, sin embargo, al ver el resultado literario no complace todas las expectativas del principio. Es el déficit de lectura lo que cojea en Palabras xordas para oídos necios. La disgregación de versos, que acaba por hacerse monótona, termina en una retahíla de imágenes fútiles que peregrinan sin más trascendencia que la de la simple evocación verbal, alejada de todo contenido, más bien albergada en una débil estructura sujetada por la musicalidad preponderada por el autor. La preocupación hebén del poeta en esta breve obra gira alrededor de la percepción de la realidad manejada por un mundo de ruidos y silencios. Frente a esto, lo que se sugiere es la posibilidad de contrarrestar la mudez impuesta por la sociedad, el superar la pérdida de la palabra del estudio III.

Pachu M. Torres

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