Había tres hombres vestidos de arlequines. Y una mujer que se alimentaba de las metáforas. Les gustó el olor de su pantalón y se pusieron a olisquearlo. Levemente oscuras las caras, sonrieron y se acercaron. La periódica serie de hechos que tuvieron lugar en ese callejón culminaron en hipocresía. Vista de cerca, la escena abundaba en inútiles lamentaciones y en repeticiones monocromáticas. Sólo se articulaban las primeras letras del abecedario.
Y entonces cayó del cielo.
